Cuento | Todo sucede




Atraviesan el campo verde y crecido cuando las primeras gotas comienzan a caer. Echan a correr tomadas de la mano hacia un vagón de tren que había sido abandonado por el gobierno federal cuando el sindicato y la compañía de trenes quebraron. Suben riendo y escogen algunos asientos al azar, se recuestan en ellos. El golpeteo de la lluvia contra el metal es fuerte y constante. Sus risas se diluyen. Miran llover en silencio.

Adriana saca de su bolsillo un sobre pequeño con mariguana, se levanta y busca en el maletero un libro, ‘Campos de Londres’ de Martin Amis. Lo hojea y encuentra entre las páginas un par de papelitos que Carlos le regaló días atrás. Los toma, se dirige hasta donde está recostada Bibi. Con cuidado, Adriana hace un par de cigarrillos y les prende fuego. Se quedan calladas mientras fuman.

—¿Con quién la conseguiste? —dice Bibi.
—Con Carlos, ya anda metido en esa mierda —dice Adriana.
—Pues está muy buena, la verdad.

Adriana asienta y fuma.

Miran llover, el cielo tiene un aspecto enfurecido, observan como la violencia de la lluvia cercena las cabezas de varias docenas de rosas, malvas, margaritas, jaras blancas, azulejos. Se conmueven.

—A veces creo que debemos sincerarnos con todos acerca de lo que sentimos —dijo Adriana.
—¿Y qué sentimos? —dijo Bibi, extrañada.
—Amor.
—¿Amor?
—Sí, amor.
—Pero... ¿Amor cómo?
—¡Ay Bibi no mames!, ¡pues amor!

Bibi fuma por última vez y avienta el cigarrillo hacia la ventana.

—Obvio te amo, pero no sé a qué te refieras —dijo Bibi.
—¡Claro que lo sabes!
—No Adriana, no lo sé. O sea, es evidente que te amo, pero de otra manera, ¿sabes?
—¿Y qué fue lo de La Chilanga?
—Un baile.
—¿Neta?
—Pues, ¿qué quieres que te diga?

Adriana se acerca a Bibi, lento, se recoge el pelo negro y se encima en ella. Bibi la mira desde abajo, nunca había visto a Adriana desde aquella perspectiva. Tiene la cara de Adriana tan cerca.

—¿Recuerdas la canción?
—No.

Adriana comienza a cantar, casi susurrando.

I saw you last night (Adriana le acerca sus labios), Just watching you dancing, I could’t stop thinking about you (le pasa con suavidad la lengua por la boca), How you move, how you groove, how you shake (la besa de nuevo, se separa, la besa, le incrusta la lengua. Bibi la mira fijo y acepta su boca con los ojos abiertos), I was hoping I see you tonight, so I’m wondering, hoping… that I see you tonight (Adriana se detiene, la observa), And to have only one dance with you, just to dance the whole night through (entonces Bibi lo sabe), You and me…

Todo sucede.


Regresan a casa. Ha dejado de llover. El aire está detenido, pero se siente frío. Ambas caminan por la calle Bernardo Jiménez. Los locales comienzan a cerrar. Bibi cruza los brazos, le dice a Adriana que hace mucho frío. Bibi estornuda.

—Te dije que te ibas a enfermar, pero siempre andas con esas pinches blusitas —dice Adriana.
—¡Güey, neta, el frío bajó de putazo!, ¡en serio!

Continúan caminando hasta la Miguel Sardinel, en donde dan vuelta a la derecha.

—¿Crees que puedo quedarme en tu casa? —dice Adriana.

Bibi la mira por un momento.

—No sé.

Adriana frunce el ceño.

—¿No sabes?
—No, o sea, no lo digo en mala onda. Tengo que decirle a mamá, eso es todo.
—Lo sé, pero antes no había problema. Tantos años quedándome a dormir contigo y, ¿ahora no lo sabes?
—Es complicado Adriana. Para ti siempre todo ha sido tan fácil.

Adriana la mira, la detiene por el brazo derecho.

—¡No mames qué te pasa!, ¡neta!

Bibi la mira por un momento y voltea hacia el fondo de la calle.

—Me acosté con Leonardo… Somos novios —dice Bibi, con angustia.

Adriana se lleva la mano derecha a la boca.

—¡No mames Bibi!, ¡no mames!

Bibi hace muecas de disgusto, de vergüenza.

—¡Qué pedo ahorita en el tren, con lo de la Chilanga!… Cuando… ¡Cuando teníamos dieciséis y me diste ese beso en los juegos en la casa de mi tío Juan!

Bibi guarda silencio.

—¡Te acostaste con él!

Adriana busca la cara de Bibi. Bibi la evita. Luego la encuentra.

—¡Desde lo de tu tío no dijiste nada! ¡Nada! Hasta lo de la Chilanga y pues, yo ya llevaba saliendo con Leo como tres meses. Luego te fuiste a Tulum.

—¿Leo?, ¡le dices Leo!

Bibi ladea la cabeza.

—¿Y lo de ahorita en el tren?…
—No quiero entrar en detalles, la neta no le veo caso. Ven, se hará tarde.

Caminan algunas cuadras. Las estrellas están ausentes. A la distancia se ve la casa de Bibi.

—¿Te quedarás?
—¿Tu mamá qué dirá?
—Sabes que nada.

Los pasos de ambas se hacen lentos.

—No creo, ya le mande mensaje a mi mamá.
—Adriana…

Adriana baja los hombros. No se dicen nada más.

Las luces de las luminarias descubren sus rostros jóvenes. Se quedan paradas afuera de la casa de Adriana. No se dicen mucho. Se tocan las caras, como reconociéndose. Adriana pasa su mano por el pelo castaño y liso de Bibi. Bibi cierra los ojos. Suena un claxon. Adriana sube al coche de su mamá, Bibi intenta besar a Adriana en la boca, pero ella voltea la cara. Bibi siente un vacío. Adriana se coloca el cinturón de seguridad y su mamá se despide de Adriana y arranca el coche. Adriana voltea hacia atrás y ve a Bibi a lo lejos, no deja de mirarla hasta que el automóvil se pierde entre las calles.

© 2004 Enrique Monroy
© 2024 Enrique Monroy

Nota: cuento escrito el 5 de abril de 2004, originalmente titulado "Rosas". Es un cuento inédito.
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